14 de febrero de 2011

Transmisión.

-Lo que hay que hacer por amor.
-Siempre puedes negarte.
-No puedo, mi sargento no me deja.
-¿Prohibición?
-Devoción.
-¿Obsesión?
-Amor.


Y con una sonrisa en la cara deja escapar las palabras de su prisión.
No amigos, no soy yo. Parte de esa conversación sucedió de verdad. Su piel emanaba un resplandor inequívoco, estaba enamorado. Está, enamorado. Sus poros derrochan amor todos los días, a todas horas, todos los minutos. Su sonrisa cuando la ve, las caricias que le da cuando la abraza. Pero no es todo posesión: le da espacio, no es su sombra, no es su cerebro, no es sus pensamientos, no es su corazón. Y sé que él no querría serlo, porque sabe que eso la mataría, lo mataría.


Su sonrisa... 


No es precisamente un texto largo y enmarañado, pero verle a él decir esas palabras, cargando con esa sonrisa en la cara, tan amplia que se te contagia, infunde amor, mucho amor. Simplemente quería que alguien más la disfrutase.

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