2 de febrero de 2011

Cinco sentidos desgastados.

Busco tu mirada furtiva entre los ojos de los demás. Arranco el vacío de los seres, de su corazón. Destrozo el cuerpo de mi ser.
Giro lentamente la cabeza y la alzo hacia la luz, mi mirada acusadora, acusa:
¿Por qué me levantas de mi sueño?
El reflejo del sol me impide verte bien, pero igualmente te echaré esa mirada envenenada, ¿porque quién me dice a mí que no vienes a atacarme?, ¿que tus manos tienen la intención de acariciarme el cuello sin ahogarme, sin estrangularme?
No me muevo, espero a que des el primer paso, para así poder saltar si veo que me atacas. 
Siempre a la defensiva, siempre atenta, con un pie en la tierra, y el otro en mi mundo, pero igualmente sigo consciente. Aunque mi mirada parezca somnolienta.
No tengo ganas de atender, mis sentidos se niegan, están gastados de intentarlo todo y no conseguir nada. Quieren vacaciones. Sobre todo aquel que, aunque nadie lo considera como sentido, es el que rige a todos los demás.
Éste no para ni un minuto, piensa, repiensa y vuelve a pensar. Cada día sube a la noria los mismos pensamientos, pasados, futuros y presentes, no importa de qué época sean, simplemente los sube, le da al botón y deja que se preparen en esa rueda gigante. 
Una vez terminado el paseo, los suelta, ¡a todos a la vez!, y los deja a su libre albedrío. 
Dieciséis horas más tarde, cuando todos han regresado los mete en la lavadora; están sucios de tanto jugar. Y vuelta, y vueltas, y más vueltas. Es la ronda final; ya centrifugados y relucientes de tantas vueltas, el jefe los manda a la cama, para que repongan fuerzas para el día siguiente. 
Pero esto desgasta mis sentidos, la rutina no es buena para ellos, por eso, mi mirada parece somnolienta, por eso lanzo miradas envenenadas, porque esos pensamientos son frutos de un error, de unos errores, mis errores. Todo tipo de errores. 
Ojalá se pudiesen renovar los sentidos, quitarte los que tienes, y coger del armario unos limpios, porque aunque todos los días vayan a la lavadora, sólo se quitan la suciedad superficial. 
Déjalo, tus sentidos también están desgastados, simplemente acepta mi mirada y déjame sola entre mi... va, qué más te da, seguiré envenenándote con mi mirada.

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