28 de enero de 2012

Así, simple, sin dolor.

Todavía recuerdo cuando me rompiste el corazón. El mundo ni siquiera se paró para que yo pudiese asimilarlo. No hasta que tú me lo confirmases... pero no lo hiciste, y seguí viviendo en mi ignorancia...
Como mi corazón seguía roto, cuando te vi con ella, algo dentro de mí dio un vuelco y pulverizó los cachitos de esperanza que me quedaban. No quería verte. Ninguno de los días que tuve que pasar contigo quería mirarte a la cara; me dolía, sufría: ver cómo la observabas, cómo la abrazabas, deseando ser yo la que ocupase ese espacio, la que pudiese proporcionarte felicidad.
Pero eras como una droga, y, por mucha agonía que me causase verte, necesitaba confirmar que todavía me prestabas atención, que me mirabas igual que cuando creía que te gustaba.
Me destrozaste, me vapuleaste, martirizaste, desgarraste, despedazaste, sacudiste, apaleaste, mortificaste, hiciste añicos y atravesaste mi corazón; te llamé de todo, la llamé de todo, todos los insultos que se me ocurrían se los decía a mi almohada pensando que erais vosotros. Siempre en la noche, para ver si el día las borraba. 
Pasó el tiempo y afortunadamente me acostumbré a poner mi cara de "estoy bien, no me pasa nada". Pero eso no significa que dejase de llorar. ¿Acaso no quería yo que también me comieses con la mirada? Pues claro que quería. ¿Acaso llegó a pasar? Pues claro que sí.

Baby please remember.

Aún recuerdo esas noches en las que me susurrabas al oído, en las que oía tu risa atravesarme el cerebro; ahí tumbada en mi cama, a mi lado, tapadas con la manta hasta la nariz, y haciéndonos una foto con tu móvil "pochoso". 
Aún recuerdo la primera vez que nos conocimos, no sabías ni mi nombre pero igualmente te tiraste encima mía y empezaste a jugar conmigo. Cuando te comiste la tarta en mitad de la noche, sin esperar a nadie, silencioso, en el pasillo. Cuando por fin nos acostamos en ese colchón pinchado y por la mañana acabamos siendo engullidos por él y contra el suelo.
Aún recuerdo cuando convenciste para probar una clase de baile y acabé enganchándome por completo. Ahora no soy capaz de pasar una semana sin ellas. 
Aún recuerdo esa primera vez que te vi llorar de pena, esas noches en vela, cada una en una cama a distinta altura, pero a menos de un metro de distancia. 
Aún recuerdo la primera vez que me invitaste a un cumpleaños, a mí y a ella. Llegar allí y que todo fuese como si nos conociésemos de toda la vida. 


Todavía me acuerdo de cuando me decepcionaste. 
Todavía me acuerdo de cuando lloré por ti.
Todavía me acuerdo de cuando nos peleamos. 
Todavía me acuerdo de cuando te di la bofetada en la cara. 
Todavía me acuerdo de cuando no me escuchaste. 

Me alegra ver que han pasado más cosas buenas que malas.
Me alegra saber lo que sé y que ya no tenga ganas de sincerarlo por aquí.