19 de marzo de 2014

Inesperado

Empezó a toser y su madre le dio un pañuelo rápidamente, cuando se lo fue a devolver la sangre lo inundaba todo; alarmada fue a llamar al médico mientras él volvía a tener otro ataque, pero en seguida vino todo el equipo cuando sus pulsaciones sobrepasaron el límite. Asustada se quedó llorando en una esquina mientras veía a su hijo rodeado de extraños que intentaban volver a salvarlo; gritaban, se movían, entraban, salían, quitaban y ponían, pero sin éxito; al final, un largo pitido inundó la enferma habitación verde. 
Llevaba ya media hora tumbado en la cama, con el despertador interrumpiendo sus pensamientos cada diez minutos. Han pasado muchos meses desde que se le ocurrió la idea, pero había demasiados factores que frenaban su decisión: dejarlo o no dejarlo. Se levantó dispuesto a mandar a tomar por culo a su jefe, echándole el discurso de su vida, rompiéndole alguna cosa del despacho y saliendo con un portazo como punto final. 
Lo que no se esperaba era que un hombre se durmiese al volante y provocase que un camión volcase justo encima de él mientras aparcaba a la puerta de su trabajo, ni que tuviese la suerte de sobrevivir, ni ver a su madre día tras día a su lado, ni sentir cómo los pulmones se le hinchaban, ni ver su sangre en un pañuelo, ni quedar profundamente dormido después de un ataque de tos.