2 de febrero de 2011

Sangre

Me encuentro mal; me ahogo en mis propios fluidos y el monstruo que aporrea la puerta de mi armario va cogiendo fuerza.
¿Que por qué está ahí? Porque hace tiempo decidí no darme por vencida, y, justo cuando sus fauces estaban a punto de arrancarme la piel de la cara, me encaré a él y conseguí encerrarle ahí. Y se durmió. Se durmió durante mucho tiempo.
Pero hace un par de semanas volvió a despertar, y recupera su fuerza, que aumenta y aumenta... ¿Que por qué me ahogo en mis propios fluidos? No sé, no me di cuenta hasta que éstos me inundaron la garganta. Ahora ya no puedo hablar... Espera, ya veo el por qué: una herida. 
Supongo que era la secuela de la lucha, pero era tan pequeña que no me di cuenta. Ahora, roce tras roce, la pequeña secuela se ha convertido en el horror de mis pesadillas. Sangro, sangro  y no paro de sangrar. Intento salir de mi habitación, pero me da miedo pasar por al lado del armario y además la puerta está colapsada, así que aquí me encuentro... "Glup". Se acaba de caer una bisagra a la sangre, el monstruo está golpeando con más fuerza, y, aunque suene raro, en estos momentos me alegro de estar rodeada por la viscosidad de la sangre: impide que yo me mueva, pero que el monstruo tampoco.
Aunque no sé qué es mejor: dejarme devorar o luchar por salvarme.
Intentar nadar sería una solución, pero no ahora que la puerta está a punto de caer. Y llorar no supone una solución, pero alivia, es como si estuviese haciendo algo, pero sé que no es verdad.
No tengo mucho tiempo, la otra bisagra está cediendo. ¿Otra solución? ¿Para qué, para que termine el sufrimiento? Dejarme atrapar; que sus garras me atrapen y sus dientes me devoren. Pero hay algo que me lo impide, y aunque parezca que pierdo el tiempo con tantas cavilaciones, no os preocupéis, lo hago, y es que la sangre ya me llega por las sienes, aunque todavía puedo ver. La sangre tiene la generosidad de dejarme morir a manos del monstruo. 
No sé cómo respiro, supongo que, aunque suene muy estúpido, ya que la sangre proviene de mi cuerpo, el oxígeno de ésta... no, es estúpido, muy estúpido, lo más probable es que haya perdido la consciencia y esté flotando en esa masa pútrida, viscosa y asquerosa que proviene de mi cuerpo.
No he escuchado la segunda bisagra hacer "glup", pero no hace falta, el monstruo ha inclinado la puerta y a modo de trampolín se impulsa hacia mí. Mis ojos como platos demuestran mi terror y mi gran error: debería haber luchado, hasta el fin, pero ahora es muy tarde y ya sólo queda la sumisión. Cierro los ojos fuerte, tan fuerte, que al agachar la cabeza, la viscosidad me cubrió por completo la nariz. 
Una pompa emergió de la sangre antes de que el monstruo cayese: 
Socorro...

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