30 de enero de 2011

Los espejos engañan mucho.

Cada día, al despertarme me transporto al mundo lejano de la realidad, me asomo al espejo de las máscaras, y sin darme tiempo a eligir la que de verdad quiero, me reflejo con la máscara morada y azul, combinada con blanco y horror. Es ahí cuando intento modificarla, cuando mis ansias de parecer bella se reflejan y transforman la máscara. 
Espejos: mundos paralelos en los que nada es de verdad, pero si en este mundo tampoco nada lo es, ¿dónde encontramos nuestro verdadero yo? Yo no necesito un espejo para darme cuenta de mi irrealidad, pero tampoco necesito la máscara para esconderme de ella. Nazco con ella, pegada con loctite a mis ojos, a mis pómulos, a mi nariz, a mis sienes, a mi boca. Me impide todo: oler, ver, hablar, pensar.
Pero no importa porque esa es la realidad de todos y en la que yo estoy metida, incluida.
Hay días en los que golpeo el espejo con la esperanza de que ésta caiga sin dañar mi rostro, sin dañarme por completo. Veo resquebrajarse el espejo una y otra vez, pero al día siguiente vuelve a estar nuevo, sin arañazos, sin rasguños, sin heridas. Y es entonces cuando descubro que los mundos paralelos al mundo paralelo de mi espejo se contradicen una y otra vez, por eso hay nuevos espejos, por eso no llego a conocer de verdad: no consigo romper todos los espejos.
Llevo muchos años viendo la misma diferencia en mi cara, pero nunca sé cuál es la que me espera al día siguiente. Estoy ansiosa por saber cómo me engañarán mañana mis mundos. Estoy ansiosa por creerme la mentira de un nuevo día.

1 comentario:

  1. No sabría dónde empieza y dónde acaba la similitud de lo que siento con ese texto.
    Grasias =P es el que te dije que estuve 2 días escribiendo a cachos xD

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