21 de abril de 2014

Error humano

Llevaba ya un rato corriendo en círculos para intentar huir de su fatal destino. Intentaba orientarse por el olfato pero una y otra vez veía el mismo árbol caído, una y otra vez saltaba a sus compañeros muertos, una y otra vez la madriguera de la que había salido despavorido... allá donde iba los candentes muros le prohibían el paso, sintió cómo el pelo le abrasaba y se fundía con la piel cuando saltaba sobre un ciervo; tropezó y rodó hasta chocar con una roca.
Jadeaba de dolor intentando alargar el último aliento que le quedaba, viendo cómo caían las estrellas del cielo y se apagaban en el charco de su sangre. Quería mover sus patas, levantarse e irse antes de que el monstruo le atrapare, pero ya no sentía nada en todo el cuerpo, tan sólo los pulmones consumiéndose por el humo.
Una pequeña hoja, manchada de ardiente rojo, revoloteó alrededor suya, al mismo tiempo que su corazón, se iba parando...

Al día siguiente, todos los periódicos hablaban del loco que quemó los cerros; lo atraparon rápido, igual que el fuego al crecer, no como los animales al morir.