18 de marzo de 2011

Pesadillas

Siempre diciendo incoherencias, a veces es mejor taparse la boca y dejar que se acumulen en la garganta y después tragarlas, para que no escapen nunca más de ahí y no insulten los oídos de los demás.
Incoherencias que perduran en la mente de todos sin cabida a la imaginación. Pesadillas atrapadas, que ahogan la respiración. Un vampiro chupándote la sangre ardiente sin apenas esfuerzo
Vivo en un mundo de pesadillas en el que el sueño es mi mejor arma, e irme a dormir las atrapa en cajas de cartón. 
Soy exterminador de maldades, atrapa pesadillas profesional.
Soy el sicario de mis propios sueños.
Todos los días levanto de mi lecho y miro a mi alrededor observando qué pesadilla me puedo llevar conmigo. 
Pero no os engañéis, no os creáis todo lo que leéis. No siempre derroto pesadillas: a veces, cuando me siento juguetón, empiezo a cazar los recuerdos de sueños, y en ese vacío, introduzco aquellas pesadillas que guardo como recuerdo. Me duele desprenderme de ellas, pues a veces las visito yo mismo para que me hagan compañía, pero, sino, ¿qué otra forma tengo de deleitarme con algo? Aunque a veces es verdad: tengo algún descuido, y no consigo hacer mi trabajo del todo bien. En ocasiones, mezclo ambos, dejo restos de los sueños, o, en el vacío del sueño, no introduzco nada, lo dejo así, vacío. 
Es así, cuando después de una noche de duro trabajo regreso a mi lecho con el saco lleno de gritos incesantes. Uno por uno los voy despellejando y rebanando.
Pero déjenme aclararles una cosa:
El mundo que recorro es mi propia mente, y mi lecho, mi muerte.

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