10 de agosto de 2010

Conjeturas

Los rastros de tus mentiras se esparcen por mi vida y cubren la felicidad, que de los rincones, consigo recoger. Retrocede en tu camino a la felicidad, te has equivocado de sendero, no eres más que un pequeño animal que se equivocó al escoger y que anda perdido por los caminos del edén sin saber que no lo son. Piensas que haces lo mejor. ¿Pero de verdad te lo crees?

Cada vez que te miro me entran celos, pero tú no los ves. Y sé que tienes celos de mí. Lo sé. Pero tú te crees que doy idiota, y que, combinado con tu supuesta máscara de felicidad, lo puedes tapar, pero estás equivocada, y eso también lo sabes. Aunque no lo quieras admitir.
Irónicamente te escudas en palabras para no tener que decirte lo que de verdad te pasa.

Prefieres ser infeliz.
Prefieres negar que alguien te ama.
Prefieres que haya alguien malo en tu vida.
Prefieres que haya algo malo en ti.
Y tú no lo aceptas.

No aceptas que haces conjeturas erróneas y que, a pesar de lo que puedan decir los otros, esas conjeturas son las que llevan a los demás a la locura. Esas conjeturas son como espinas clavadas en tu cerebro. Paranoias que quieres que desaparezcan. Y las sueltas. Y nos las sueltas. Y sueltas causan daño, pero tú no te lo crees. ¿Por qué eres tan ciega? ¿Por qué no quieres darte cuenta de que lo que de verdad te pasa es que tu extrema felicidad te hace infeliz?

Tienes una soga al cuello que se aprieta cuanto más feliz estás, pero tú sujetas la soga y... los demás sólo podemos mirar cómo autodestruyes tu mundo... cómo nos destruyes...

Rompe tu puta máscara de una vez y acepta la verdad:
Eres feliz.

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