12 de enero de 2010

¿De verdad cuesta tanto hacer feliz a una persona?

Las mariposas que se sienten en el estómago cuando hablas con él no se pueden ver, no las pueden ver, pero revolotean dentro de ti, eso lo sabemos. ¿Pero por qué les costará tanto a ellos? Miles de quilómetros asoman por las rejas de tu ventana cada vez que miras, y el amanecer que divisas no parece el mismo que el suyo; las nubes que observas con un posible derramamiento no parecen las mismas que las tuyas. Tanto tiempo para llegar a por él y tan poco para disfrutarlo, el tiempo empieza a acelerar tanto que la velocidad de la luz es insignificante. Te puedes reír de ella... de ellos, pero no puedes, no hasta los dieciocho. Peleas, más peleas, ¿se lo debería haber dicho? La presión de los chillidos, que no son más que voces normales que se elevan en tu cabeza, hacen que todo tu cuerpo tiemble, que todo tu ser se irrite e irradie aquello que nunca llegaste a pensar. Silencio. Ellos no reciben ni un atisbo de tu infelicidad, y el silencio que generas lo interpretan como sumisión y aceptación. Quieta, no, aquí no... Te dices a ti misma. No te permites soltar un poco de infelicidad. Te das la vuelta, callada. Ya empiezan a derramarse. Entras en tu cuarto, cierras la puerta, y como siempre: La indecisión: la cama, donde las lágrimas son absorbidas por la almohada y cada noche siento la humedad de la desolación; o el ordenador, donde alguien quizás escuche lo que tengo que soltar y donde las palabras se pierden tras un simple gesto... Destino elegido, sólo ida por favor... El mundo no perdona lo que el corazón quiere, tan solo lo encierra mientras el subconsciente piensa cómo rebelarse.

1 comentario:

  1. Joder, joder, joder... Fuera de mi cabeza :___ es exactamente TODO lo que senti ayer, los temblores, la rabia, las lagrimas, los chillidos... Parece que lo he escrito yo :___

    Te quiero mucho panchito (L)

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