Qué horror de exposiciones, con lo tranquila que podría estar yo en casa estudiando el examen de mañana, aquí deberían ir unos puntos suspensivos, y aquí otros, maldito monólogo interior, qué raro se me hace escribir sin puntuaciones eeeeeeh, qué pesado con la muletilla, sino la dice en cada frase revienta, qué hambre parece que llevo casi un mes con un agujero negro en el estómago, física, qué ganas de volver a dar ciencias, no entiendo por qué es tan raro que me gustan, cómo se llamaba este chico era un nombre gracioso, gracioso va a ser el examen de mañana, qué gracia el acento de esta chica, como Bonifacio ese nombre sí que es ridículo, Bonifacio, no me cansaría de repetirlo todo el día, siempre me imagino a un hombre gordo bajito del monte gritando ¡yehe! a las cabras, Bonifacio, y ahora la canción de Hércules en la cabeza, maldita Eny, no sé para qué le dejo que me la escriba, y aun así no me sé la letra qué coñazo de exposición, ya le podrían poner un poco más de ganas, qué aburrimiento y qué hambre, ¡quiero mi lasaña! y ¡mis signos de puntuación!
3 de febrero de 2014
Infortunio
Oh, cariño, no te vas a creer lo que me ha pasado hoy:
Sé que sólo llevaba con ella un año y medio, pero la quería como si hubiese estado conmigo toda una visa. Pasó en un abrir y cerrar de ojos:
Iba corriendo con ella, llegábamos tarde, como siempre; oí un sonido sordo pero estaba preocupada en cruzar al otro lado. Se cayó. Cayó por mi culpa, no la llevaba bien agarrada. Sí, cariño, fue fallo mio, no intentes consolarme. Justo cuando me di la vuelta para mirarla un coche pasó por encima suya y ¡la destrozó por completo! ¡Como si fuese una hormiga! Los coches siguieron atravesando la carretera, machacándola y convirtiéndola en añicos, se ensañaron con ella sin siquiera darse cuenta de que estaba ahí...
¡Murió! Y todo por mi culpa... ¡Mi cámara, mi pobre cámara!
Publicado por
La que mató al gato
a las
13:53
15 de diciembre de 2013
Tan lejos y tan cerca
Al lápiz le queda poca mina y yo estoy a punto de morir. los ojos se me cierran; el cansancio de la vida. Tras un día agotador, sólo mi cama se cruza por mi mente: tumbarme en ella e ir a la deriva. Pero aún me asalta el remordimiento, una gota pequeña que me chilla que algo está mal, que todavía no es mi hora; pero me pesan, mis párpados caen una y otra vez.
Miro su cuello liso, e inmediatamente vislumbro el resto de su rostro: su boca menuda, su nariz respingona, sus finas cejas, su frente despejada, sus intensos ojos marrones... No hace falta que se gire, pues llevo grabado en mi mente todo su ser; no hace falta que me hable, pues recuerdo todas sus palabras; hace falta que me toque, pues todavía no he conseguido sentir el tacto de su seda...
Parece que el trazo aguanta, pero no me va a durar mucho más. Ya tengo lo que quería:
Le he robado un instante de su vida, que guardaré entre otros papeles que la atrapan en el tiempo.
Socorro, apenas es legible lo que escribo y ya no aguanto más la mirada... Si al menos pudiese tocarla...
Publicado por
La que mató al gato
a las
16:06
3 de diciembre de 2013
Espíritu perdido
Le vio allí de pie, de espaldas, al borde del precipicio, observando, con su porte burgués, la inmensidad de las nubes.
Se acercó a él, casi se pegó a su espalda, aspiró su olor... pero él ni se inmutó; siguió contemplando su soledad en la naturaleza, ignorando el espíritu de su amada.
Ella gritó; él dejó caer una lágrima.
Publicado por
La que mató al gato
a las
18:13
20 de noviembre de 2013
El juego
No, no, no, no, no, ¡no te cierres! Maldito ascensor, ¡están a punto de pillarme! Ya está: escapo escaleras arriba, seguro que me da tiempo. Los oigo, ya están todos cerca. Soy la única que queda viva. Arriba que voy.
1, 2, 3, 4... me detengo un momento para mirar por el hueco y veo que se han parado desconcertados. Levantan la cabeza y me escondo rápidamente, pero sé que se han dado cuenta, así que sigo subiendo mientras oigo el temeroso sonido de una horda de pies.
5, 6, 7... casi sin aliento me vuelvo a asomar: están en la quinta planta, tan sólo me quedan cuatro pisos para mi fin y el arma se me ha descargado por completo.
8, 9, 10, 11... Ya está, no puedo subir más. Miro a mi alrededor buscando una solución. La puerta a la azotea está cerrada y no hay ningún sitio donde esconderse, pero da igual, ya me han alcanzado.
Se quedan quietos en la escalera, observándome con una sonrisa triunfante y unos ojos centelleantes. Como para evitar que me evapore y me libre de mi fatal destino, fueron rodeándome poco a poco. Levantaron las armas y, gritando, me dispararon sin piedad.
Recuerdo que mi madre me había pedido que no viniese, que me iban a hacer daño por ser la una chica, pero yo le contesté:
Recuerdo que mi madre me había pedido que no viniese, que me iban a hacer daño por ser la una chica, pero yo le contesté:
"No, mamá, quiero jugar al pilla-pilla de pistolas de agua".
Publicado por
La que mató al gato
a las
23:49
11 de noviembre de 2013
Un recuerdo
3 de Noviembre de 1999, 22:10.
Hoy no ha sido tan fuerte, no han gritado mucho, quizás se estén arreglando las cosas. Odio que se peleen.
24 de Diciembre, 21:05.
¡Mañana es Navidad! Y sé que vendrá, porque se lo he pedido ha papá Noel como regalo, así que tiene que venir, además les he oído discutir por teléfono, quizás haya tenido algún problema con el coche o haga mal tiempo y vaya a llegar más tarde.
26 de Diciembre, 21:50.
No ha venido, oí que mami hablaba con él por teléfono, seguro que está tardando más de lo que pensaba en el viaje. Pero lo hará para Reyes, porque a ellos también se lo he pedido.
4 de Junio de 2001, 17:30.
Llevo semanas sin verle, antes le veía cada dos fines de semana, pero creo que ya ha pasado un mes. ¿Es que ya no me quiere?
Mary, mi nueva niñera, vendrá dentro de poco y mami se irá a trabajar. No quiero estar con esa desconocida.
11 de Agosto de 2013, 23:20.
Hoy encontré uno de mis viejos diarios en casa de mamá; no sabía que siguiese guardando esas cosas. Abrí una página al azar y me costó reconocer sobre qué había escrito; no me di cuenta hasta pasadas unas páginas de que estaba hablando sobre el divorcio de mis padres. Es curioso, recuerdo que había empezado ese diario hacía poco y, hasta Navidad, he leído con añoranza mi vida en primaria pero después apenas escribo nada alegre y sólo menciono ese tema. De hecho, poco después dejé el diario. Nunca me di cuenta cómo me había afectado la separación, y ahora se ha abierto un poco la herida. Supongo que ese tipo de cosas es mejor dejarlas cogiendo polvo en un baúl del desván.
Publicado por
La que mató al gato
a las
19:55
Suscribirse a:
Entradas (Atom)