14 de octubre de 2009
Oh
Monstruos que acechan en la sombra.
¿Cómo es posible que este sistema funcione tan mal?
Monstruos retrasados, lentos, incompatibles, que destrozan todo aquello que tocan y todo aquello por donde pasan.
¿Por qué simplemente no os marcháis?
Malditos monstruos que despellejan el alma de una persona y corrompen su voluntad y su vida sólo con una simple frase, sólo con un simple gesto.
Come y come y come, y vuelve a devorar las entrañas de todo aquel que se cruzan en su camino.
Crece y crece y crece, y no para de ocupar las vidas de aquellos que se cruzan en su camino.
Pero una puerta queda abierta.
Oh puerta con la que nos encerramos y huimos del monstruoso monstruo. Oímos cómo aporrea la puerta, grita desmesuradamente implorando, clamando, atención, pues sin nosotros no es nada, no es ni átomo de polvo, ni la brisa de verano en el desierto. Oh pobre puerta que queda dañada por las garras del antes temido monstruo, pero no importa, hay tiempo de arreglarla, de que la marca de las garras de vallan y vuelva ese decorado tan complejo y pulcro.
Oh pobre puerta dañada...
Oh monstruo cegado y acabado...
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La que mató al gato
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22:03
4 de octubre de 2009
Tengo ganas de contarte un cuento...
Tengo ganas de contarte un cuento; de acurrucarte en mis brazos y no dejarte escapar, mientras te atuso el pelo y la historia invade el espacio de mi habitación transportándonos a otro mundo. Tengo ganas de contarte un cuento...
Érase una vez un príncipe que se sumía en los defectos inexistentes, defectos totalmente ficticios, defectos que para el resto de las personas eran loables y extraordinarios. Pero el príncipe no creía a nadie y se sentía sólo, porque creía que por culpa de sus defectos la gente se alejaba de él.
Un día encontró un libro.
Érase una vez un príncipe...
El príncipe leyó y leyó, se tiró todo el día leyendo. Cuando terminó, la historia le había parecido tan parecida a la suya que la vivió como el presente, pero evadiendo los recuerdos dolorosos y convirtiéndolos en meras imágenes, menos una. Aquella que se le clavaba en la cabeza como las espinas de un rosal... aquella en la que su mejor amiga se callaba, llamaba al silencio del príncipe y a sus oscuras tinieblas. El príncipe lloró esa noche, se comprobaba por las gotas en el papel, por los surcos que dejaban las cataratas saladas.
Cuando llegó el día siguiente el príncipe volvió a leer. Siempre el mismo libro, siempre el mismo cuento, siempre las mismas penas, siempre los mismos lamentos. Pero nunca se terminaba el libro, siempre dejaba la última página, aquella en la que la verdad se esconde y el final del libro no concuerda con los sentimientos del principio.
Pero el príncipe no siempre leía. El resto del tiempo se lo pasaba con su criada, una chavala unos meses más pequeña que él pero que desde chiquitita tenía que encargarse de él. Él le contaba todo, siempre, sobre todo desde que tenía el libro, le contaba los pensamientos hacia los actos de los personajes, sus actitudes, sus gritos, sus silencios, y siempre era lo mismo... él hablaba, ella escuchaba.
Con el tiempo llegaron a ser mejores amigos, pero él seguía hablando y ella seguía escuchando.
Pelea, gritos por el cuarto del príncipe, la armonía destruida por una lágrima.
La mejor amiga (m.a) decidió leer el cuento, enterarse de por qué el príncipe llevaba tiempo sin hablar. Pero él la pilló y montó en cólera.
Distancia, mucha distancia.
El príncipe seguía leyendo, pero ya no tenía a nadie con quien hablar. La m.a seguía trabajando pero ya no escuchaba nada, ni siquiera el murmullo de sus pensamientos.
El príncipe estaba perdido, se acordó de nuevo de sus "defectos", de sus horribles "defectos" y no pudo más, no aguantó el silencio. Pensó que si releía el libro una y otra vez encontraría esa mejor amiga que necesitaba. Y buscó, buscó, buscó y rebuscó. Incluso miró en resto de los libros. En cualquier cosa que estuviese escrito.
Y los grilletes de su visión se rompieron en mil pedazos...
Se dio cuenta. Al igual que la criada se dio cuenta desde que pelearon, desde que vio al príncipe con otros libros, desde que se enteró de que el príncipe apartó la mente de la última página...
El príncipe seguía buscando, rehuso a pasar la página, esa página manchada por una lágrima.
Pero la m.a sí leyó el final del libro y sabía qué tenía que hacer. Y se lo explicó:
-Arranca todas las hojas menos las del principio, las bonitas. Y el resto ponlo en un libro a parte.
Pero el príncipe seguía indeciso. Era la primera cosa que le contaba y el príncipe no sabía si era una mentira, una verdad o una tergiversación, un retuerce de palabras enmarañadas que dibujaban una realidad muy simple emanadas de la boca de aquella que una vez atrás estuvo siempre ahí.
Tengo ganas de contarte un cuento... pero todavía no sé el final...
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La que mató al gato
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20:30
30 de septiembre de 2009
El cuento nº 13 de Diane Setterfield
" Formaban una pila desordenada, desplomándose unas sobre otras y resbalando por las escurridizas superficies de sus compañeras con un sonido que parecía decir para nada, para nada, para nada."
" Adiós a las sombras que habían estado merodeando por mi habitación desde el comienzo del mes, adiós a los rincones sombríos y el aire lúgubre."
" Pero quizá la solución sea dejar de escribir, pues cuando escribo, incluso
ahora mientras estoy escribiendo esta frase, esta palabra, soy consciente de la
presencia de un lector fantasma que se inclina sobre mi hombre y contempla mi
pluma, que tergiversa mis palabras y distorsiona mi significado, haciéndome
sentir incómoda incluso en la intimidad de mis propios pensamientos.
Resulta enervante exponerse una misma bajo una luz desconocida, aunque
se trate de una luz decididamente falsa."
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La que mató al gato
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21:02
23 de septiembre de 2009
15 de septiembre de 2009
Dos
Espectación espectante, sueño soñador, oscura oscuridad... Mucho tiempo llevo esperando este momento y mucho más lo esperaré, pues todavía no me creo que halla pasado. Dos. No una, ni tres, ni cuatro. Dos. Ya sólo que damos dos, las que nos respetamos, las que no intrigamos, las que estamos...
Dos...
Y el jueves cuando me levante podré darle al botón del play, escuchar nevertheless y pornerme a cantar si me apetece. Oooh que si me va a apetecer, voy a gritar, a chillar, a llorar, a reír, a hacer pompas con el chicle y poner un megáfono en él para que cuando explote lo oiga todo el mundo.
Dos...
Todas las puertas abiertas, la tele a nuestro volumen, la música también. Nadie me espía ni oigo chillidos, ni broncas, ni... sólo oigo lo que yo quiero oír...
Sólo dos...
Llevaba tanto tiempo queriendo esto, que ni me lo creo...
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La que mató al gato
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22:03
1 de septiembre de 2009
Tan tarde
Me voy a acostar, pero sé que cuando lo haga el sueño escapará por la ventana y los pensamientos me asaltarán como si fuese el viejo oeste, cuando cada dos por tres se oía la noticia de un asalto a una diligencia. Pensamientos que no sé por qué tengo ahora, que me corroen, que no quiero pensar en ellos. Y no pienso pero sé que están ahí y me hacen daño. Y tú lo empeoras... tú con tus frases plasmadas en la pantalla de mi ordenador cada vez que busco a mi Cacho. ¿Por qué tienes que estar delante de ella? Sin embargo, aunque no quiera mirar, mis ojos se deslizan punzantes a esas palabras, pero cuando te veo me alegro y dejo de pensar, dejo de recordar la presencia de mis pensamientos.
Noches malgastadas en pensar lo inevitable, lo que debería de haber pensado hace un mes, pero no me percaté, necesitaba palabras, palabras de aquí, palabras de allá, tan sólo palabras... "Menuda pasión", ex, barrera eléctrica, te da igual... No sabéis de lo que habláis pero sin embargo criticáis, sobre todo tú. Tú. El que se supone que me conoce, que sabe que no es verdad. Pero te guías por lo que ves, no por lo que sientes, por tu instinto, no por mí... Callaos y llevaros vuestra ignorancia a otra parte, yo no la quiero, ni tampoco quiero llamarte, hablarte, verte. Porque todo ello supone una sonrisa, una carcajada, algo que me enmascare. Porque si no hago eso preguntarás y te lo tendré que contar todo y te sentirás peor, te dolerá, y yo no quiero que te duela... ¿Por qué me acuerdo de esto ahora? ¿Por qué no mientras él no estaba?...
Las lágrimas intentan fluir, pero no las dejaré, no me ganarán.
I will be always there... but you won't see me...
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La que mató al gato
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14:46
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