Un goteo incesante machaca mis deseos de dormir, un come come que no se devora nunca por mucho que intente parar de pensar en ello. ¿Qué es esta ansiedad que habita mi pecho cada vez que estoy contigo, o el deseo de sentir tu calor, o tus huellas marcadas por todo mi cuerpo?
¿Quién iba a pensar que mis pensamientos iban a dirigirse casi siempre hacia ti?; que cada vez que salgo por la puerta de mi casa, camino pensando que me gustaría estar contigo; que todas las noches me acuesto en mi cama vacía sin poder evitar pedirte que te duermas conmigo. ¿Quién?
Conmigo, contigo, sin ti, sin mí, solos, separados, juntos, otra vez.
Te quiero.
4 de noviembre de 2012
30 de octubre de 2012
No mires atrás
Corre, salta, tropieza, sigue corriendo, HUYE. Huye de ellos, van detrás de ti, van a por ti.
No te detengas, no mires atrás, no repares en los cortes de las ramas en tu piel, no te detengas cuando el bosque enganche tu ropa: rómpela; no te pares, no pienses, no te relajes, HUYE.
Corre hasta que te quedes sin aliento, y cuando notes el hierro en tu boca, y cuando tu corazón esté desbocado y cuando tus piernas tiemblen convulsivamente... Huye. No te pares, no te confíes. Siempre te perseguirán, no pararán nunca, no te dejarán nunca.
Son los muertos del pasado, los muertos de tu pasado. Son los silencios erróneos, tus pensamientos suicidados.
No te detengas, no mires atrás, no repares en los cortes de las ramas en tu piel, no te detengas cuando el bosque enganche tu ropa: rómpela; no te pares, no pienses, no te relajes, HUYE.
Corre hasta que te quedes sin aliento, y cuando notes el hierro en tu boca, y cuando tu corazón esté desbocado y cuando tus piernas tiemblen convulsivamente... Huye. No te pares, no te confíes. Siempre te perseguirán, no pararán nunca, no te dejarán nunca.
Son los muertos del pasado, los muertos de tu pasado. Son los silencios erróneos, tus pensamientos suicidados.
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La que mató al gato
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0:13
20 de octubre de 2012
Muerte inexistente y vergüenza mojada
El terror recorrió su piel y, momentáneamente, su cuerpo se tiñó de morado, verde, azul y amarillo.
Se encontraba tirada en el suelo de la cocina; una cocina estrecha, pequeña y lúgubre, con no más luz que la de los viejos fluorescentes. No recordaba cómo había llegado allí, sólo que antes estaba peleándose en medio de un pasillo. Ni si quiera estaba pensando en levantarse del frío suelo. No, frío no. No percibía ninguna temperatura del éste, ni de los muebles de la cocina, ni del aire, ni de su cuerpo. Estaba sola. Totalmente sola.
Sin saber cuánto tiempo había pasado, o estaba pasando, se dedicó a escudriñarse unas oscuras marcas en la pierna, mezcla entre rojo y morado, visualizando mientras unos dedos que se hundían en su carne en ese mismo punto. No se encontraba mal, no le dolía nada, pero sí tenía miedo. Miedo de revivir otra vez aquella etapa de la que aun intentaba salir poco a poco. Se acarició las marcas con la yema de los dedos, después su largo y oscuro cabello, y por último su rostro. No había cicatrices, ni arañazos, ni puntos. Su piel estaba suave como la porcelana... pero no lisa, tenía un bulto en la frente y el labio inferior y una mejilla un poco hinchados. Se quedó mirando al frente, palpándose la cara; porque aunque no lo viese, y no le doliese, sabía que su ojo derecho estaba morado, su inflamación de la frente, verde, y su labio, más rojo que la sangre que empezó a brotarle del otro lado de su chichón. Acarició la herida sin que siquiera le escociese y dejó caer la mano, extendiendo el líquido por toda su cara, tapando su vergüenza, mojando sus lágrimas vacías.
Era un sueño, estaba claro; más claro que el agua. Pero el terror seguía ahí, y no podía hacer que se marchase, así que cuando despertó, apagó la alarma y se quedó sentada en la cama, envuelta en el edredón, pensó: un poco más, y me mato en el sueño.
Se encontraba tirada en el suelo de la cocina; una cocina estrecha, pequeña y lúgubre, con no más luz que la de los viejos fluorescentes. No recordaba cómo había llegado allí, sólo que antes estaba peleándose en medio de un pasillo. Ni si quiera estaba pensando en levantarse del frío suelo. No, frío no. No percibía ninguna temperatura del éste, ni de los muebles de la cocina, ni del aire, ni de su cuerpo. Estaba sola. Totalmente sola.
Sin saber cuánto tiempo había pasado, o estaba pasando, se dedicó a escudriñarse unas oscuras marcas en la pierna, mezcla entre rojo y morado, visualizando mientras unos dedos que se hundían en su carne en ese mismo punto. No se encontraba mal, no le dolía nada, pero sí tenía miedo. Miedo de revivir otra vez aquella etapa de la que aun intentaba salir poco a poco. Se acarició las marcas con la yema de los dedos, después su largo y oscuro cabello, y por último su rostro. No había cicatrices, ni arañazos, ni puntos. Su piel estaba suave como la porcelana... pero no lisa, tenía un bulto en la frente y el labio inferior y una mejilla un poco hinchados. Se quedó mirando al frente, palpándose la cara; porque aunque no lo viese, y no le doliese, sabía que su ojo derecho estaba morado, su inflamación de la frente, verde, y su labio, más rojo que la sangre que empezó a brotarle del otro lado de su chichón. Acarició la herida sin que siquiera le escociese y dejó caer la mano, extendiendo el líquido por toda su cara, tapando su vergüenza, mojando sus lágrimas vacías.
Era un sueño, estaba claro; más claro que el agua. Pero el terror seguía ahí, y no podía hacer que se marchase, así que cuando despertó, apagó la alarma y se quedó sentada en la cama, envuelta en el edredón, pensó: un poco más, y me mato en el sueño.
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La que mató al gato
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1:42
27 de septiembre de 2012
Era libertad
Sonó el timbre.
Despavoridos, fueron gritando hacia esa gran puerta de hierro y cristal, rivalizando los unos con los otros a ver quién llegaba el primero. Por fin la atraviesan y un fogonazo de clareada luz los deja ciegos unos segundos, pero eso no es capaz de frenarlos. Imparables, bajaban las húmedas escaleras, algunos de ellos, incluso se atrevían a saltar desde el último escalón.
Él llevaba sus nuevas botas amarillas, le quedaban un poco anchas y llevaba los pantalones metidos por dentro. yendo a contra corriente, saltó los dos últimos escalones sin preocuparse de cómo caer. Pisó un pequeño charco y salió pitando hacia otro mucho más grande. De pronto, el tiempo se ralentizó en el aire: lentamente bajaba hacia la profundidad del pequeño lago; mientras doblaba las rodillas, la punta de sus botas esparcía gotas de agua a su alrededor, cada vez más grandes.
Quedó empapado, del plástico amarillo caían las gotas otra vez hacia el charco. Pero no fue el único en mojarse: todo el que estuviese a su alrededor aceptó con gritos de emoción las gotas del suelo.
Temían perderse su preciado recreo, pero, minutos antes de acabar la clase, dejó de llover. Ahora tienen media hora para mojarse sin oír a sus madres gritando lo que deben y no hacer para no hacerlo.
Despavoridos, fueron gritando hacia esa gran puerta de hierro y cristal, rivalizando los unos con los otros a ver quién llegaba el primero. Por fin la atraviesan y un fogonazo de clareada luz los deja ciegos unos segundos, pero eso no es capaz de frenarlos. Imparables, bajaban las húmedas escaleras, algunos de ellos, incluso se atrevían a saltar desde el último escalón.
Él llevaba sus nuevas botas amarillas, le quedaban un poco anchas y llevaba los pantalones metidos por dentro. yendo a contra corriente, saltó los dos últimos escalones sin preocuparse de cómo caer. Pisó un pequeño charco y salió pitando hacia otro mucho más grande. De pronto, el tiempo se ralentizó en el aire: lentamente bajaba hacia la profundidad del pequeño lago; mientras doblaba las rodillas, la punta de sus botas esparcía gotas de agua a su alrededor, cada vez más grandes.
Quedó empapado, del plástico amarillo caían las gotas otra vez hacia el charco. Pero no fue el único en mojarse: todo el que estuviese a su alrededor aceptó con gritos de emoción las gotas del suelo.
Temían perderse su preciado recreo, pero, minutos antes de acabar la clase, dejó de llover. Ahora tienen media hora para mojarse sin oír a sus madres gritando lo que deben y no hacer para no hacerlo.
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La que mató al gato
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16:03
21 de septiembre de 2012
Un nuevo propósito
Tengo muy muerto esto últimamente, lo sé. Al igual que también sé que es por pasar mucho tiempo en el ordenador... Pero, sinceramente, y seguro queno soy la única a la que le ha pasado, sólo me entran ganas de escribir cuando no debo, mayoritariamente en clase; pero mis clases no empiezan hasta dentro de una semana y media. Así que he decidido utilizar una técnica para reavivar mi imaginación. No es una técnica innovadora, es más, posiblemente sea una de las más básicas y clásicas que existan, pero me hace ilusión.
La teoría es muy sencilla: se trata de narrar mi vida cotidiana y después escribirla, ya en el blog o en una libreta. Se supone que así me acostumbraré a mantener mi cerebro activo, y no apagarlo o dejarlo en hibernación como llevo haciendo casi dos semanas. Al igual que se supone que mi vida será una historia continua. No creo que lo más importante sea dejar constancia de lo que he hecho en día, eso sería más bien un diario (y yo odio los diarios), sino conseguir contar enfocar mi vida desde un punto de vista nuevo.
Tengo muchas ganas de empezar, y me tienta mucho comprarme un cuaderno, sin embargo creo qutilizaré uno que ya tengo empezado, por lo menos para lo que queda de mes.
La teoría es muy sencilla: se trata de narrar mi vida cotidiana y después escribirla, ya en el blog o en una libreta. Se supone que así me acostumbraré a mantener mi cerebro activo, y no apagarlo o dejarlo en hibernación como llevo haciendo casi dos semanas. Al igual que se supone que mi vida será una historia continua. No creo que lo más importante sea dejar constancia de lo que he hecho en día, eso sería más bien un diario (y yo odio los diarios), sino conseguir contar enfocar mi vida desde un punto de vista nuevo.
Tengo muchas ganas de empezar, y me tienta mucho comprarme un cuaderno, sin embargo creo qutilizaré uno que ya tengo empezado, por lo menos para lo que queda de mes.
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0:56
19 de septiembre de 2012
Bárbara se ahoga en un vaso de agua
Con la cabeza en una nube piensa en sus errores, en cómo la verá.
Bárbara se equivoca muchas veces, la mayoría de ellas ni se da cuenta, y luego tiene dos reacciones: o se siente la peor persona del mundo y la más estúpida, o se queda indiferente. Este segundo caso es el que más despierta le deja, aunque parezca irónico. Se queda pensando qué clase de persona puede quedarse indiferente ante una situación así, por qué no se encuentra siempre en ese estado de confusión, vergüenza y culpabilidad que un error suele provocar, sobre todo cuando se molesta o hiere a alguien.
Bárbara tenía la esperanza de ser algún día perfecta, de saber siempre lo que hacer y cuándo hacerlo. Sin repercusiones, sin remordimientos.
Puede parecer que este comportamiento pertenezca más a Jul, sin embargo, el defecto más grande de estas tres chicas es que a todas les gustaría ser perfectas.
Bárbara se equivoca muchas veces, la mayoría de ellas ni se da cuenta, y luego tiene dos reacciones: o se siente la peor persona del mundo y la más estúpida, o se queda indiferente. Este segundo caso es el que más despierta le deja, aunque parezca irónico. Se queda pensando qué clase de persona puede quedarse indiferente ante una situación así, por qué no se encuentra siempre en ese estado de confusión, vergüenza y culpabilidad que un error suele provocar, sobre todo cuando se molesta o hiere a alguien.
Bárbara tenía la esperanza de ser algún día perfecta, de saber siempre lo que hacer y cuándo hacerlo. Sin repercusiones, sin remordimientos.
Puede parecer que este comportamiento pertenezca más a Jul, sin embargo, el defecto más grande de estas tres chicas es que a todas les gustaría ser perfectas.
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