23 de febrero de 2013

Dos minutos

"...pero que quede entre tú y yo". Y por fin abrió la carpeta.
Existen varios tipos de personas en la biblioteca:
Por un lado, está la gente que, desde primera hora, se encierra en la biblioteca, abre sus libros, y no los deja hasta que por fin es la hora de que ésta cierre. Siempre me he preguntado cómo es posible que tengan tanta fuerza de voluntad como para no distraerse ni diez minutos, porque, a lo sumo, simplemente levantan la cabeza para ver qué intruso acaba de entrar. Tienen mucho mérito, hay que reconocerlo, sobre todo si vienen día sí y día también.
Por el otro, está la gente que llega con parsimonia, se sienta, cabila sobre qué debería estudiar primero, y tranquilamente se pone a ello. A lo mejor no les cunde tanto el tiempo como a los del primer caso, pero se dan por satisfechos cuando, a la hora de cerrar, han conseguido aguantar y avanzar en sus quehaceres. Este tipo de personas se suele distraer, no exageradamente, pero de vez en cuando hace un alto de un par de minutos para observar al resto de la gente cabizbaja o fijarse en los que no están tan cabizbajos (nótese la ironía). Hay una variante de estas personas: aquellas que nada más llegar, se sientan, hablan cinco minutos en susurros y ya se ponen a trabajar; éstas son un poco más distraídas, pero por lo general consiguen concentrarse y aprobechar las horas.
Y luego están los cotorros: gente que va a la biblioteca para dedicarse a hablar en susurros. El delito no es que lo hagan en susurros, sino que lo hagan en general. Esto pasa sobre todo cuando hay poca gente, se creen que como están solos en una mesa, se encuentran aislados del resto del mundo. La variante de estos cotorros, son los "silenciosos": llamados así porque, en su tan interesante perorata, llegan a creer que están hablando tan bajito que ni ellos mismos se pueden escuchar, cuando en realidad, están hablando con un volumen normal pero de manera ronca. Se podría decir que son los más molestos, ya que a parte de que todo el mundo puede oírles, están ocupando un sitio que podría ocupar alguien que de verdad necesitase estudiar en la biblioteca. Curiosamente, los trabajadores de la biblioteca, suelen ser los más molestos, pues creen que tienen un privilegio sobre los demás tan solo porque les paguen por estar allí. 
En general, suelen existir sólo estos tres tipos, pero siempre hay excepciones, que consisten básicamente en aquellas personas que van algunas veces a la biblioteca, muy contadas, y que son una mezcla de estos prototipos. 
Esto no es un resumen exacto, o una determinación de tipologías, es, simplemente, una de mis divagaciones durante esos dos minutos de distracción de cuando una ya lleva con el culo pegado tanto tiempo a la silla, que cuando se levanta siente que éste ha desaparecido y decidido tomarse unas vacaciones en algún lugar de la biblioteca.  

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