30 de noviembre de 2012

La mujer de tus sueños

Tumbada en la cama sin poder conciliar el sueño, atenta a todos los ruidos que volasen por la casa.
Click.
Una luz al otro lado del pasillo se enciende. Se oyen pasos. Zapatos de mujer.
Click. 
Se apaga la luz, y se oye una puerta cerrarse. Silencio.
Tap. Tap. Tap. Tap. Tap...
Vuelven a sonar los pasos. Pero no podía ser real. Su madre, quien hace unos minutos merodeaba por la casa, ya se había dormido. Estaba segura. Eran las dos de la mañana y había que trabajar al día siguiente. 
Inmediatamente se obligó a no pensar en ello. A no alimentar su imaginación y sus miedos. A no despertar sus pesadillas. Así que dejó la mente en blanco, se tapó un poco más con la sábana y durmió. 
Pero ya era demasiado tarde...

Unas tétricas llamas iluminaban la mansión y el hogar estaba casi extinguiéndose, un grupo de personas y yo nos encontrábamos sentados el delante, intentando atrapar todo el calor posible. 
Me levanté y dije:
-Me voy a explorar. 
Dos o tres me miraron pero el resto ni pestañeó. Nadie dijo nada. 
Estaba en un pasillo lleno de puertas, con mi mejor amiga. Las mirábamos y sabíamos que estaban cerradas, y aunque no lo estuviesen daba igual, porque habíamos encontrado una puerta, la puerta. Mi amiga la abrió e inmediatamente una sombra negra la engulló, pero justo a tiempo conseguí agarrarle el brazo. Tiraba y tiraba, pero no servía de nada y justo antes de que desapareciese, grité su nombre. 
Ahí me quedé, mirando la habitación oscura, las sombras de los muebles.
-Cariño.
Era la voz de mi madre, pero no podía moverme, no podía dejar de mirar la habitación. Noté una mano en mi hombro, y cuando la agarré, con la intención de consolarme:
-Cariño...
No era la voz de mi madre. Era la voz más vacía, terrorífica y hedionda que jamás había oído. Una voz que me transportó al lugar más oscuro y horrible que podía conocer, un lugar en el que sólo se respiraba maldad. Me giré y sólo un grito estruendoso consiguió expresar el horror de ver que sujetaba la mano pútrida del esqueleto de una mujer que me repetía:
-Soy la mujer de tus sueños. 
Sin poder moverme, puso sus ásperas manos sobre mi cuello y empezó a ahogarme. 

Oscuridad... poco a poco fui vislumbrando las curvas de mi cortina. Estaba totalmente acurrucada en la esquina de mi cama, con sudor en la frente y el corazón a cien, cuando:
-Cariño...

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