3 de agosto de 2012

La colina


El sol del ocaso le quemaba la piel con suavidad y por ella resbalaban gotas de sudor, del sofocante calor del verano. Levantó la mirada para asegurarse de que le quedaba poco para llegar. Y efectivamente, ahí estaba, su árbol. Todavía estaba a los pies de la colina pero sabía que cuando llegase a la cima hallaría la paz que llevaba esperando todo el día. 
Se había despertado de buen humor, pero su nueva mascota le dio una agradable sorpresa al destrozarle todo el salón, sin embargo tenía que irse a trabajar y no tenía tiempo de arreglar todo ese desastre, así que rápidamente desayunó, se duchó y se vistió para salir con el tiempo justo para llegar apresuradamente a su trabajo. No era un trabajo en el que una persona se siente realizada, pero de algo había que comer. Tras ocho horas de trabajo, se sorprendió esperando la llamada de su madre  para que le atosigase con sus rutinarias preguntas sobre su no productivo trabajo, su indefinida soltería y sus escasos amigos. Sin embargo, su madre le llamó para darle una "mala" noticia: su hermana había roto con su novio. Y aunque no le resultase un acontecimiento desastroso, intentó escuchar a su madre, simplemente porque la quería. 
Su buen humor había ido disminuyendo y en un barómetro del uno al diez, estaba en números negativos. Y empeoró cuando empezó a llover y su paraguas estaba bien guardado en el armario de la entrada. Y más aún cuando al cruzar pasó un coche y le mojó de rodillas para abajo. 
Cuando por fin volvió a su casa, ya se había olvidado de Tobby y de su gran desastre, así que al introducir la llave en la cerradura y empujar la puerta con mucha desgana, sus pocas fuerzas volvieron a bajar por el ascensor y se fueron de paseo. Hizo un último esfuerzo y se puso a recoger todo el salón mientras encerraba el huracán en el cuarto de baño, el único sitio de la casa en el que no corría ningún riesgo la integridad de sus muebles. 
Derrotada, extasiada y sudada decidió que lo único que le podía arreglar el día era su preciado rincón de la ciudad en lo alto de la colina, debajo de ese gran árbol, desde donde podía ver la ciudad, a solas... Y allí estaba, de pie, debajo del árbol, disfrutando de las luces de la temprana noche y de la brisa que agitaba su largo pelo y enfriaba su perlada cara. El único momento de respiro ella se podía permitir.  

2 comentarios:

  1. Quiero ese sitio. Echaba de menos leer cositas como ésta, hace(s) que me lo imagine y me sienta exactamente en ese lugar y se siente tan bien :(

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    1. Intentaré escribir más cositas, con esto del reto me he despreocupado por completo.

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