6 de agosto de 2012

Una ilusión

  -¡... eso es mentira!
Apartó la bicicleta, tirada en el suelo, para que la risueña pareja pasase sin problemas, después volvió a fijar la vista al frente y a dejar los dedos sobre los labios mientras con el otro brazo se rodeaba así mismo. Se reflejaba la duda en su rostro; la duda y la impaciencia. Estaba esperando a alguien que tardaba mucho en llegar. 
Se iba a fugar. Había dejado su cuarto recogido y en la mochila llevaba ropa para tres o cuatro días, todo el dinero que había sido capaz de encontrar en su casa, y el que tenía en su hucha, comida y agua. Tenía pensado pedalear hasta que su cuerpo no aguantase más y se hubiese alejado lo suficiente de aquel infierno al que su madre llamaba hogar. 
Llevaba años planeándolo. 
Y ahora, mientras repasaba el plan, veía cómo, por fin, su mejor amigo, Jale, encendía las luces de su portal descubriendo su bicicleta y una mochila colgando de su hombro. 
Ambos habían sido rechazados por su familia; no consentían lo que ellos llamaban amor. 
Al verle se levantó y sonrió con complicidad. Un poco de culpa asomaba en los ojos de Jale, pero aun así se la  devolvió. 
Jale se paró en frente suya y dejó la bici en el suelo. Durante unos instantes no hicieron nada, se quedaron de pie, mirándose, cerciorándose de que la calle estaba totalmente vacía. Entonces él le besó. 
Pero nada más lejos de la realidad, lo que de verdad pasó, fue que Jale encendió las luces de su portal sin bicicleta ni mochila. 
Sabía que no se iban a fugar, ya había visto esa mirada otras veces.
  -Lo siento. 
Recogió sus cosas y apoyó su frente contra la de Jale. 
  -Tranquilo.
Le abrazó; le besó.
  -Nos vemos mañana. 
Y se fue.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¡Comenta! Mi blog tiene mucha hambre y ¡sólo se alimenta de comentarios!