11 de junio de 2011

Y con el entrecejo fruncido

Esa tarde lloró, gimió, sufrió.
La primera lágrima surgió mientras veía la tele; últimamente le afectaba todo, y con la mínima escena entrañable se le intentaban saltar las lágrimas, pero ella las contenía rápidamente. Ya tuvo suficiente práctica. Pero ese día se superó, llegó un momento en el que dijo basta, y soltó parte de lo que había llevado mucho tiempo guardando dentro de ella.
El interior de uno mismo es el peor sitio para guardar las cosas, pues acaban pudriéndose demasiado rápido, y lo podrido siempre huele mal. Pero qué seríamos nosotros si no nos autoinflingiésemos.
Menos de quince minutos estuvo llorando, y fue poco, lo sabe, pero le hacía falta; nada le estaba saliendo bien ese año. Y mira que hizo todo lo posible por que eso no sucediese.
aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
De estas veces que nos quedamos con una tecla pulsada cuando terminamos de escribir una palabra. De estas veces que no te das cuenta de que te has quedado así. De estas veces que piensas: por qué no cambia. Por qué yo. Por qué a mí. Ni ganas tiene de molestarse en escribir los signos de interrogación. Que vuelvan a leer si no se enteran, se dice. 
Pero para ella, lo peor de todo, no son las lágrimas derramadas, no es el dolor en el pecho, no es la confusión, no es la indecisión; es el no saber cómo arreglarlo.
Today, Charlie is not making her smile.

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