22 de diciembre de 2009

Inculcar ideas

Qué fácil resulta inculcarle a alguien una idea. Qué fácil resulta desbaratar las barreras de la mente y construir otras contigo dentro. Pero que mal sienta que otro lo haga con alguien a quien tú conoces. Dicen que para ser un dictador se necesita: Ser un tapón. Tener mala leche. Creerse superior, tener aires de grandeza. Y saber pronunciar un discurso. Gente así hay mucha en el mundo lo importante es que no lleguen a influenciar, que te roben a un amigo, un familiar, o incluso a tu mascota. Suelen intentar destruir tus cosas más preciadas. Y cuando las atrapan no las dejan, no las sueltan, y por mucho que tú lo intentes no servirá de nada, el daño ya está hecho y no se puede remediar, has perdido, o al menos eso te hace creer, porque dentro de unos meses cuando tú ya des el caso por perdido y su premio vaya perdiendo el lujoso resplandor de la victoria quedará en el olvido. El influenciado cae en la oscuridad del olvido y el influenciador ya se está buscando otro trofeo al que engañar y atrapar. Tú no puedes hacer nada, la relación no será como antes, el influenciado se acostumbró: se acostumbró a cambiar de dirección y de sentido, a amoldarse a todo, a no tener a nadie fijo. Mientras, el inculcador engorda de atención y se enchida de arrogancia. La serpiente que oculta cada persona se escurre entre los recobecos de la mente para destruir los entresijos más ocultos de tu ser y los destruye como a una gota que cae al suelo.

1 comentario:

  1. Amén.

    Joder, que guay, tengo a una futura dictadora en mi clase, qué bonito es todo, Pan, qué bonito.

    Y que la jodan.
    A ellas y a todos los tapones marimandones/as que se creen algo y no llegan a una mierda aplastada por un zapato. Que les jodan.

    ResponderEliminar

¡Comenta! Mi blog tiene mucha hambre y ¡sólo se alimenta de comentarios!