23 de febrero de 2012

Qué suave y fresco el roce de tus labios contra mi mejilla. Cuánto desearía tener también esa piel tersa, blanca y relente; ser tan despreocupada por todo, siempre alegre y despierta. Y sin embargo, aquí estoy yo, con mi piel grasienta, con imperfecciones, mi inseguridad y siempre con el sueño arrastrando mis pies y cerrando mi párpados. Y qué decir de tu larga y preciosa cabellera, con tanta vida como tus ojos; mientras que la mía se apelmaza y evita el movimiento.
Cómo me gustaría ser capaz de formar parte de tu rutina, que me contases tus problemas, reírnos juntas, saber de tus miedos, verte bailar un sábado por la noche...
¿Cuántas veces habré deseado ser tú? No, perdón: ¿cuántas veces habré pensado en tener la confianza que tienes tú en ti misma?
No quiero ser tú, sino ser como tú.

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