Nos negábamos a la llegada de las estrellas mientras perseguíamos al sol por el cielo; como las golondrinas al calor de la primavera.
Las estrambóticas formas de las nubes evocaban los mejores sueños de los hombres, haciendo olvidar a cualquier temeroso los miles de kilómetros de vacío bajo sus pies.
Volviendo a cielo abierto, el paraíso se cernía ante nuestras alas: pequeños y esponjosos islotes cubrían el grisáceo mar, mientras que, a lo lejos, un volcán en erupción se fundía con el grueso muro de fuego, que luchaba por no extinguirse.
Un pequeño recuerdo; un rápido gesto con el dedo inmortalizaría las delicias de la naturaleza. El crepúsculo del presente.
No queda más que esperar al futuro.
Me ha gustado mucho. Has arriesgado mucho con adjetivos pocos usuales e impactantes, teniendo un resultando estupendo. Veo como te pules y me encanta.
ResponderEliminarUn abrazo.
Muchas gracias e////e Pues durante los siguientes seis meses habrá más actividad ;3
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