Annie estaba muy muy cansada, llevaba una semana y media muy ajetreada y estresante, y, además, Caperucita Roja llamó a su puerta. Y ahora que por fin tenía un pequeño respiro, no quería volver a ponerse en marcha. Su cerebro pedía un descanso, y su cuerpo un día de cama y sueño, y sólo le hicieron falta cinco minutos para perder el poco aliento que le quedaba. Derrotada sobre el sofá luchaba por no cerrar los párpados y aguantar despierta toda la tarde.
Annie estaba tan cansada que sólo quería estar con la persona con la que no podía.
La echaba de menos.
Al final lo consiguió, y cuando llegó la hora de irse a dormir, su cerebro decidió ponerse en marcha.
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