Sin embargo, cuando él le dijo que a ver si se veían otra vez, no supo reaccionar y tan sólo supo responder al encantado de conocerte con un igualmente. Triste, pero cierto. No era la más idónea para atrapar indirectas, y mucho menos tan fugaces como aquella, y dos segundos más tarde ya estaba reprochándose no haber podido decir siquiera un cuando tu quieras. Y siempre le pasaba lo mismo.
A esos dos segundos le siguieron la sucesión de escenas que habría desencadenado otra respuesta distinta, una provocación. Escenas de amigos, de mejores amigos, de amigos-hermanos... En definitiva, todo tipo de relaciones amistosas. Ella quería un amigo nuevo. Pero el momento pasó, desapareció, se olvidó, él lo olvidó... ¿lo olvidó? Ella lo seguiría recordando como aquello que pudiese haber sido, pero ¿y él? ¿Dejó ella la misma huella en él? ¿Estaría repitiéndose él la misma escena, una y otra vez, una y otra vez, con multitud de finales? ¿Estaría él pensando lo mismo que ella en ese instante?
Siempre se arrepentirá de su cobardía.
A esos dos segundos le siguieron la sucesión de escenas que habría desencadenado otra respuesta distinta, una provocación. Escenas de amigos, de mejores amigos, de amigos-hermanos... En definitiva, todo tipo de relaciones amistosas. Ella quería un amigo nuevo. Pero el momento pasó, desapareció, se olvidó, él lo olvidó... ¿lo olvidó? Ella lo seguiría recordando como aquello que pudiese haber sido, pero ¿y él? ¿Dejó ella la misma huella en él? ¿Estaría repitiéndose él la misma escena, una y otra vez, una y otra vez, con multitud de finales? ¿Estaría él pensando lo mismo que ella en ese instante?
Siempre se arrepentirá de su cobardía.
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