Annie estaba teniendo una mala racha. Una racha que ya lleva durando varios años, y Annie no se recupera. Annie quiere pasar página, llevándose pequeños objetos con ella. Ya no quiere, ni puede, seguir con este lapso de decepciones, peleas, miedos y, por qué no, sentimientos de debilidad.
Pero Annie siempre dice lo mismo y nunca hace nada.
Annie sigue callándose.
Annie sigue triste.
Annie sigue mintiendo.
Annie sigue siendo cobarde.
¿Pero quién es capaz de irse con las cosas tal y como están? Hay que aguantar, se decía Annie; hay que ser fuerte, se repetía; hay que resistir hasta el final. Annie se acostaba por las noches pensando que dormir le ayudaría y que a la mañana siguiente todo se habría arreglado solo, sin que ella tuviese que desprenderse de nada. Pero dormir no la ayudaba, es más, lo empeoraba: despertarse feliz y que la realidad te despierte de un guantazo.
Annie lloraba de rabia.
Annie lloraba por corage.
Pero nunca por tristeza.
Annie lloraba por ser como era.
Annie lloraba.
Era ella misma forzosamente, pues quería cambiar, pero Annie no creía que hacerlo fuese a cambiar las cosas. Era su excusa para callar al miedo. Annie echaba de menos el silencio de sus pensamientos.
Y cuando llegaba el final del día, se repetía: suficiente por hoy, le das demasiada importancia, duerme y todo estará bien mañana por la mañana.
Pero nunca lo estaba.
Y Annie... simplemente.
Voy a tener que hablar yo seriamente con Annie, a ver qué pasa aquí :(
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