Al lápiz le queda poca mina y yo estoy a punto de morir. los ojos se me cierran; el cansancio de la vida. Tras un día agotador, sólo mi cama se cruza por mi mente: tumbarme en ella e ir a la deriva. Pero aún me asalta el remordimiento, una gota pequeña que me chilla que algo está mal, que todavía no es mi hora; pero me pesan, mis párpados caen una y otra vez.
Miro su cuello liso, e inmediatamente vislumbro el resto de su rostro: su boca menuda, su nariz respingona, sus finas cejas, su frente despejada, sus intensos ojos marrones... No hace falta que se gire, pues llevo grabado en mi mente todo su ser; no hace falta que me hable, pues recuerdo todas sus palabras; hace falta que me toque, pues todavía no he conseguido sentir el tacto de su seda...
Parece que el trazo aguanta, pero no me va a durar mucho más. Ya tengo lo que quería:
Le he robado un instante de su vida, que guardaré entre otros papeles que la atrapan en el tiempo.
Socorro, apenas es legible lo que escribo y ya no aguanto más la mirada... Si al menos pudiese tocarla...
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¡Comenta! Mi blog tiene mucha hambre y ¡sólo se alimenta de comentarios!