Un enorme QUIZÁS rondaba la cabeza de Annie: quizás era su culpa... o quizás no... o... no, por supuesto que era su culpa, quiera o no, siempre era culpa de Annie, porque sólo ella se daba cuenta. Annie apenas disfrutaba ya de los pequeños momentos: su tiempo no corría, se evaporaba. Pero lo peor de todo no era saber que se quedaba sin él sino no saber qué hacer para que ralentizase.
¿Cómo se puede aprovechar algo si no se para de pensar en que lo vas a perder?
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¡Comenta! Mi blog tiene mucha hambre y ¡sólo se alimenta de comentarios!