13 de junio de 2009

Ella

Ojos que te absorben y te atrapan cual cepo en el bosque, pelo liso como hoja de papel y negro como el azabache, curvas desorbitantes perfectamente delineadas, piel suave como pétalos de rosa pero carácter fuerte como las espinas... Así es como la describen, eso es lo que murmullan cada vez que pasa. Pero no sólo crea expectación entre los hombres: los celos, las envidias, las malas miradas... las mujeres son crueles y no la aceptan entre ellas, tanta belleza no puede ser buena, dicen, seguro que está maldita, critican.
Es cierto, es la belleza personificada, no hay nadie más bella que ella en todo el mundo y tan solo unas cuantas más de su especie la igualan. Sí, especie, ella no es normal y nunca lo será, no puede, aunque lo ansía tanto, tiene tantas ganas de ser como ellas, de aun haber hecho cosas infames o simplemente dañinas, seguir integradas y tener gente alrededor, siendo totalmente transparentes. Ella, en cambio, oculta sus sentimientos y emociones tras una máscara de pura indiferencia, todo le da igual, o eso, al menos, es lo que hace aparentar. Nunca ha tenido alguien en quien confiar de verdad, que sea su confidente, ha tenido amigos, sí, y mejores amigos, también, e incluso ha estado a punto de comprometerse, pero nunca era suficiente, ellos no sentían lo que ella y eso es lo que crea el abismo fino que los separa, sin tan sólo pudiese borrarlo...
Ahora es odiada por todo el mundo, incluso por los que antes eran sus amigos, su familia. No puede evitar ser seca y formal, es su forma de que nadie entre en su mundo sin saber ella que comprenderá lo que ella siente porque esa persona también lo ha sentido, tan sólo escucha, asiente y si se lo piden, da su consejo.
No le gustan las personas, y el motivo es simple:
A sus ojos todas son felices, sin problemas, sin preocupaciones, con tiempo libre, una vida sin reproches, con todo hecho. En definitiva: les tiene envidia, mucha envidia. ¿Por qué no puede ella ser como ellos? ¿Por qué ella se considera tan fea y se siente tan mal consigo misma?
...


Golpe tras golpe, se va encerrando en sí misma, los físicos no le duelen pero los verbales le duelen hasta reventar y se le clavan como las espinas, que irónico, justo como es su carácter, puntiagudo e hiriente. La gente la está machacando.
-¡Bruja!
-¡Maldita!
-¡Vete del pueblo, no te queremos!
Pasan a su lado y la miran con desprecio y murmullan.
-No te acerques a ella cariño es la que abrasó a sus padres.
Comentario que colmó el vaso.
-¡No, yo no lo hice!
-¡Claro que fuiste tú, solo un engendro sería capaz de hacer eso!
-¡Yo no quería, yo no fui!
Rompió en sollozos y calló al suelo.
-Mirarla, es patética. Primero mata a sus padres y ahora pide la compasión arrodillándose ante todo el mundo.
Risas frenéticas por todos lados, caras burlonas y malvadas que piensan que no están haciendo nada malo. Un aullido cortó las risas.
-¡¡Yo NO fuii!!
Luces que desprendía su cuerpo eran expandidas por todo el pueblo, luces convertidas en llamaradas azules que pasaron a rojas, casas ardiendo de pronto, gente que en una chispa acaba ardiendo entre las llamas de la ira, todos, menos Ella.
...
Recuerda esos momentos horribles del pasado con la esperanza de que desaparezcan, se acostumbra a ellos, sí, pero ¿quién quiere tenerlos?
Entra en una posada y la gente la mira. Está indecisa, pero no lo muestra. No sabe si agachar la mirada o desafiarlos a todos. Se acerca a la barra sin darle muchas vueltas a ello y pide algo para beber, el posadero le acerca un vaso con agua y se aleja con miedo por si le pasase algo. Bebe tranquilamente durante un rato mientras siente las miradas clavadas en su nuca, o más bien en su cuerpo.
-¿Qué tal? Oye, por qué no te vienes a dar una vuelta con nosotros dos, estar aquí sola debe de ser bastante aburrido.
No contesta, Ella sabe que es lo correcto y que conteste o no va a pasar lo mismo, así que, ¿para qué gastar saliva?
-Oye, ¿es que estás sorda o qué?
Ambos hablaban bajo, para no atraer miradas, y de un modo persuasivo. Ella seguía sin contestar.
-¡Eh! Tú respon...
El Absurdo apartó la mirada de Ella cuando un desconocido se le acercó y paró la mano con la que la iba a coger.
-Dejadla en paz, si no os ha dicho nada es porque no quiere ir con vosotros.
La voz era grave, pero no demasiado, y un poco ronca a la vez.
-¿Y tú quién eres? Déjanos en paz.
El Absurdo se zafó del brazo del Caballero y le dirigió una mirada significativa a su compañero, el Baboso. Baboso empezó a sacar una daga de su cinturón, pero fue demasiado lento, Ella se giró rápidamente mientras, también sacaba su daga y se la colocó en el cuello. Todo el bar se quedó en silencio y en plena quietud.
-¡Serás!
Exclamo Absurdo.
Absurdo fue a ayudar a Baboso, pero Caballero lo detuvo y le hizo la advertencia que todo caballero hace:
-Yo que tú no lo haría.
Y Absurdo hizo la pregunta que todo absurdo hace:
-¿O si no qué?
Absurdo se volvió a zafar de Caballero y sacó su daga. Caballero puso los ojos en blanco. Absurdo le fue a atacar, pero Caballero desenvainó su espada y le dio con todo el puñal en el estómago. Absurdo se retorció de dolor. Baboso, que seguía con la daga al cuello, se escabulló y se tornaron los papeles, Ella era le que estaba ahora con el acero en la garganta, pero aún seguía sin inmutarse. Caballero se puso en posición defensiva.
-¿Tan cobarde eres que tienes que amenazar con cortarle el cuello a la señorita?, ¿no puedes enfrentarte a mí como un hombre?
Baboso se enojó. Absurdo seguía tirado en el suelo. Baboso la soltó, y, lleno de ira, blandió su daga hacia Caballero con un molesto aullido de guerra. No duró mucho. Caballero tiró la espada a un lado, eso distrajo a Baboso, que con cara de incredulidad se quedó mirando la espada tirada en el suelo, Caballero aprovechó este momento de distracción y le dio un puñetazo a Baboso en toda la nariz, después le dio un empujón haciendo que Baboso se diese con la barra en la cabeza y cayese al suelo. Como si nada, Ella se guardó la daga, dejó dinero en la barra y salió de la posada. Caballero, un poco atónito por la descortesía de Ella, envainó la espada y la siguió. Fue con paso ligero hasta que la alcanzó:
-¡Eh! ¿Qué pasa, es que no me vas a dar las gracias?
-¿Por qué?
-¿Por qué? Pues por haberte quitado de encima a esos tipos.
-No pedí ayuda.
-Venga, ¿tú no podrías, ni siquiera un poco, reconocer que necesitabas ayuda?
-No. No te pedí ayuda, así que no te daré las gracias.
Caballero se calló pero siguió andando a su lado.
-Me llamo Edgar.
Ella no dijo nada.
-¿No me vas a decir tu nombre?
-No, ¿por qué tendría que decírtelo?
-Porque soy tu nuevo compañero de viaje.
-Ni en sueños.
Ella no se giró, no hizo nada para que se fuese. Ella tenía su meta y sólo eso le importaba. Si le quería acompañar allá él.
Salieron del pueblo por el lado puesto por el que Ella había entrado. Todo el mundo les miraba, más incluso que antes. Pero a Ella le daba igual.
...
Un castillo se divisaba a lo lejos. Un castillo bonito, grande, expuesto sobre la cima de la colina con un ejército de insignificantes casas a sus pies, a sus puertas.
El camino fue tedioso y agotador, sobre todo para Ella, que, acostumbrada a su silencio y los sonidos de la naturaleza, no pudo evitar cansarse del continuo carcome de oídos que tan generosamente le estaba proporcionando su nuevo compañero,Edgar. Éste parecía no tener fin, a pesar de que habían estado toda la noche andando y no habían descansado ni un sólo minuto. Ella decidió hacerlo así, pensó que a lo mejor de esa manera, Edgar cerraría la boca.
Mientras Edgar seguía soltando sus peroratas, llegaron a la aldea. Era la hora en que la gente empezaba a salir de sus casas, la hora punta. Miradas, como siempre. Diferencia, las de envidia. Por parte de Ella y por parte de Edgar, supone Ella. Se dirigieron al castillo. Medio día.
-Lo sentimos mucho pero el señor está almorzando y no desea ser molestado.
Anunció un hombre escuálido, trajeado y arrogante.
-Pues dígale entonces que no habrá monstruo.
Ella se disponía a marcharse cuando el Arrogante, después de un momento de duda y temor, les abrió la puerta y les ofreció pasar.
Entraron detrás del Arrogante y le siguieron hasta una sala completamente exagerada en cuanto a volumen y decoración, y en medio una gran mesa con excesiva comida para una sola persona, por mucho apetito que tuviese, por muy gorda que estuviese, por mucho que superase en gordura al repugnante y redondo hombre que estaba sentado al otro lado de la mesa.
-Señor, siento interrumpir, pero...
-¡Te dije que no me molestaseis!
-Lo comprendo señor, pero...
Arrogante se acercó a Pelota y le explicó algo en cuchicheos, obviamente para que no se enterasen Ella y Edgar.
Se oye un retumbar en el suelo. Es Pelota que se acerca con una servilleta a modo de babero y con la mirada posada en las manos de sus sirvientas y su comida, ajeno a Ella y Edgar. Cuando llegó a estar delante de ellos no se dignó a girar la cabeza hasta que Arrogante carraspeó con la garganta para llamar su atención, e igualmente le costó despegar su desconfiada mirada de su preciada comida. Cuando lo hizo se olvidó totalmente de su comida. Ojos que te absorben y te atrapan cual cepo en el bosque, pelo liso como hoja de papel y negro como el azabache, curvas desorbitantes perfectamente delineadas, piel suave como pétalos de rosa...
-Señor... Me llamo Ed...
-Sí, sí... Señorita
Tendió una mano gorda, grande, sucia y grasienta a Ella, con la intención de que la besase, ...pero carácter fuerte como las espinas..., pero Ella no la aceptó y se dirigió directamente a lo que le interesaba.
-Necesito que me diga todo lo referente al monstruo.
Ninguna emoción en su rostro, sólo belleza. Pelota no se molestó por su no saludo, es más, en sus ojos apareció un deseo de lujuria, un ápice de noche apasionada. Desvistió a Ella con la mirada y Ella lo notó. Otra razón más para tenerle asco a los humanos. Y entre ese silencio de lujuria por parte de Pelota, de incredulidad por parte de Edgar, de inmutación por parte de Ella y de expectación por parte de Arrogante: Silencios. Silencio.

...
-... Claro...
Pelota dirigió una mirada a Arrogante, y éste contó lo que sabía. Pero no lo dijo todo, se callaba algo. Se notaba. Cuando Arrogante terminó, Ella le dirigió una mirada de desconfianza. ¿Qué era lo que se callaba?
-Mis honorarios...
-No importa cuánto sea, pero primero... ¿le gustaría -Arrogante carraspeó-, perdón, les gustaría acompañarme a cenar?
-Por supues...
Se entrometió Edgar.
-No.
Ella se marchó, sintiendo la mirada lasciva e imperiosa de Pelota. Edgar, estupefacto, la siguió tras un segundo, con la mirada de Arrogante encima. 
Ya fuera de las puertas del castillo, entre la muchedumbre, Edgar preguntó:
-¿Por qué has hecho eso?
Pero Ella no contestó, no lo consideró necesario. Se fueron a una posada a comer. Comieron en silencio y después pagaron la cena y una habitación.
Al día siguiente fueron en busca del monstruo. Nada. Nada ni nadie apareció por los lugares que el Arrogante les dijo. Pero Ella no se preocupó.
Día, tras día recorrían el pueblo, pero ningún monstruo aparecía. Ella estaba irritada, tras una semana allí no había matado nada, tenía un incansable murmullo en sus oídos, y cada paso que daba era vigilado por los incompetentes de aquél apestoso pueblo. 

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