Arde la venda de mis ojos y descubre mi ceguera.
Cierra la lógica y abre la ventana de tu cuarto...
Cabrón.
Palabras soltadas como un suspiro en una noche de verano, mentiras acaecidas por el alba que las teñía de rosa. Y ahora soy yo la que vuelve a caer.
Estoy enfadada, conmigo, contigo, con ella, con él, con todos. No consigo lo que quiero y tampoco me ayudan los mundos paralelos, que me cierran la puerta y echan la llave. Todo a mi alrededor se derrumba, excepto mi muralla, que hace que mi sonrisa no demuestre su lado putrefacto y que al hablar, salga de ella, un perfecto aliento gélido pero gustoso a la vez, con olor a menta, diría yo.
¿Me habrán ocultado algo más? ¿Seré una simple paralítica que no consigue avanzar, desarrollar sus carencias? tengo la cabeza tapada por un saco que no me deja ni ver, ni oír, ni hablar. Coarta mi libertad y a la vez se mofa de mis intentos.
¿Pero por qué? Él tenía derecho a hacerlo, y ella más. Y ahora verla así me produce... ¿horror? No, no es esa la palabra(, creo). Es un sentimiento indescriptible, una sensación que no se me irá hasta pasado un tiempo, o hasta que le pregunte la pregunta que tengo en mente, que distrae mi atención en cada segundo: ¿cuándo parasteis?
Tan serena a la vez que alterada.
Querer perdonar sin ser capaz de ello, saber que has hecho mal sin poder remediarlo, autoconvencerte de algo pero sin resultados. Escuchas música para poder distraerte, pero como también estás sorda, no consigues oír nada que merezca la pena.
El otro día me revelaron que estaba muerta, y mi reacción fue preguntar qué es lo que comeré mañana. Pero como no me contestaron, decidí preguntar por qué nací.
Me da miedo comprender cada palabra que has escrito y saber lo que significa...
ResponderEliminarPorfavor, si quieres y puedes, cuéntamelo.
Estoy aqui. Para quitarte el saco, para que me grites, para lo que quieras.
Estoy con Saray, aquí estamos las cuatro.
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