4 de febrero de 2010
Y rebosó.
Esa sensación asquerosa, agobiante, axfisiante, deprimente. Estás con la cara sobre las manos formando un pozo con tus saladas lágrimas.
Palabras punzantes que intentan consolar y un límite que está a punto de explotar. Una palmada más... y el pozo rebosó. Las ganas de levantarme se incrementan y el solo tacto de mi mano contra su cara, y el sonido explosivo en mis oídos, harían de mi la persona más feliz del mundo, pero sólo puedo esperar a que mi tristeza se convierta en ira, la ira que residirá siempre hasta el próximo examen.
Número, números y más números te recuerdan tu desdicha, y allá por donde miras sólo ves eso... ¿Cuándo dejaré de verlo?, ya no tiene sentido que lo recuerde, no puedo hacer nada. Pero el remordimiento sigue saliendo a la luz y no se irá aunque el pozo haya rebosado, hasta que aquello por lo que lloraste haya cambiado.
Publicado por
La que mató al gato
a las
18:21
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Energía, fluye, parece que hacia algo, furia, canalizala, transformala, usala, porque orientada al lugar adecuando es una gran herramienta, encauzala y no te dejes llevar por ella y recuerda el algoritmo de la felicidad, donde si no eres feliz, cambia cosas hasta que lo seas.
ResponderEliminarAsi que,!qué se haga el cambio¡... y sino, siempre te queda el 42.
By yo(cambio dantesco el del blog por cierto xD)